martes, 8 de junio de 2010
Robando instantes a la actualidad
La sociedad está convulsa: maldades, insultos banales, abandonar animales, daños al medio ambiente, tráfico de inocentes y lo peor: actuar siniestramente y sentirse indiferente. Necesitamos un cambio radical y evidentemente es una labor de todos. No se trata de oportunidades, poder adquisitivo, cultura, ni siquiera de diferentes grados de bondad o niveles de conciencia más o menos acentuados. Se trata de que en la sociedad que tenemos, reflexionemos sobre esta manera de vivir que nos invade y reaccionemos actuando correcta y seriamente dentro del contexto de nuesto mundo actual. Sin embargo, es necesario experimentar también una revolución interna, y probar –juntos- robar instantes a la actualidad. Aunque digamos que no tenemos tiempo para reflexionar, pasear e incluso amar, que ni siquiera cuesta dinero. Es difícil, los problemas del ser humano son complejos y nos introducen en una rueda de inercia de la que es arduo salir. De ahí que reivindicamos, no tiempo, sino instantes especiales de la vida. Detengámonos un momento, róbenselo a la actualidad y háganlo especial, debemos ir sintiendo diminutos placeres, pero cuya suma nos puede conducir hacia algo más tangible. Sólo necesitamos un instante para: comprobar que vivimos, percibir que sentimos, escuchar más el viento, otear horizontes, localizar estrellas, distinguir luceros, decir te quiero, inhalar mil perfumes, pedirle que no fume, pretender abrazarle, volver a acariciarle, leer nuestra novela, añorar a la abuela, zambullirte en las olas, mirar las amapolas, no abandonar intentos, sopesar las razones, aceptar perdones, comerte una manzana, sentirte más ufana, no estar siempre a la gresca, aplaudir a la risa, ya nunca tener prisa, no juzgar casi nada, creer uno ser hada; contarnos en tertulias historias y prodigios, hablar más con los hijos; relatarnos leyendas saboreando meriendas; olvidar la memoria cuando a veces nos sobra, querer a tu mascota, jugar a la pelota, respetar a los padres, superar las tristezas, no atender a vilezas, actuar con nobleza, no odiar al enemigo, evitar siempre el lodo, no hacer caso al perverso, recitarte tus versos; atender al anciano, coger fuerte su mano; ignorar al villano, olvidar los entuertos, escuchar un lamento, creer en tu persona, amarte locamente ¿el fin? únicamente pasar la vida buenamente.
domingo, 6 de junio de 2010
Lo siento, Joanne
Sí, siento que no tengas cerca la mirada de aquel muchacho que conociste en un picnic teatral (1953) durante un largo y cálido verano (1958). Reconozco que no ha sido mi intérprete favorito, aunque empecé a darme cuenta del magnetismo que exhalaba cuando le observé, interpretando el papel de hombre atormentado en La gata sobre el tejado de zinc caliente (Brooks, 1958) y cuyo título la censura recortó y llamó La gata sobre el tejado de zinc, restándole la fuerza que el original emanaba. En dicha obra (Tennessee Williams, 1955), Liz mantenía una lucha titánica con Paul, reflejando tensiones emocionales, el día a día de una acaudalada familia americana y donde confluían: ambición, frustración, alcoholismo, sexualidad ambigua, envidias, pero sobre todo la atmósfera cargada, claustrofóbica que envuelve las producciones de dicho dramaturgo y poeta (Premio Pulitzer). Joanne Woodward, tú nunca fuiste para Paul, “Maggie, la gata”, sino la mujer de la que en su día borracho de amor se prendó rodando una obra teatral y de la que, egoísta y apasionadamente, no quiso desprenderse. Tú, que conseguiste un reconocimiento en Las tres caras de Eva (1957), y a pesar de la fama –lograste un Óscar-, sólo tuviste un único rostro para él. Sí, para el joven que amaba la velocidad y estaba considerado, además de excelente actor, un padre ejemplar –aunque marcado por la trágica muerte de su hijo varón - pero que, en contraposición, nunca estuvo marcado por el odio (1956), ni se comportó como un buscavidas (1961), sino como un apasionado de la naturaleza, entregado a causas humanitarias, con ausencia de malicia (1981), pero sobre todo como un hombre muy poco entusiasta del color del dinero (1986). Por eso, cada vez que recorras a partir de ahora, los senderos de tu rancho en Westport (Estados Unidos), sí, Joanne acércate al lago donde sus cenizas se confunden con el sustrato. Allí, ayudarán a las plantas a formar una pradera que se moverá suavemente al compás de la exquisita composición (Raindrops keep fallin on my head), banda sonora de Dos hombres y un destino (1969). Lamento que se haya marchado, aunque ha sido de la forma que él quería: arreglando papeles y dejándolo todo en orden; asegurándote el presente, leyendo el libro que tenía pendiente, observando las puestas de sol los días de tormenta, visionando películas antiguas, revisando fotografías de hace años, añorando sus primeros trabajos en el cine, recordando el primer beso que se dieron. Sí, siento que nos haya dejado un hombre que no fue sólo tu dulce pájaro de juventud (1962), no, Joanne, no olvides que él fue para ti algo más, mucho más, fue el premio (1963) merecido de tu vida.
viernes, 4 de junio de 2010
El tintero de Espronceda
En mi –maravillosa- familia disfruté de una abuela que cantaba romanzas, sólo hablaba alabanzas y escondía en un cofre secreto un regalo de amor. Por las noches me deseaba felices sueños de limón y canela ¡ay cómo era mi abuela! Las tardes más lluviosas –antaño tan hermosas- yo le hacía cosquillas y ella, para mí, horneaba rosquillas. Y aunque estuviera sentada en su sillón, ante mi petición, hacía un oloroso y suculento bizcochón. Me acompañaba al colegio y las tardes tranquilas me solía despedir, sin dejar de sonreír. Muy pequeña, tendría unos tres años, asistí a clases de inglés en un parvulario regentado por una dama inglesa que nos contaba nostálgica que había sido el amor imposible de un príncipe, de alto rango y mejor fortuna, que a punto estuvo de convertirla en consorte de algún reino centroeuropeo. De él conservaba fotos, cartas y joyas lustrosas, que a mí me parecieron –entonces- inaccesibles y esplendorosas. La profesora nos hacía repetir hasta cien veces las palabras en el idioma antes mentado y, curiosamente, aunque hoy consideremos ese aprendizaje antipedagógico –lo reconozco-, jamás pude olvidar que la traducción de “libro” era “the book” o lápiz se decía: “the pencil”. Años más tarde, acudí a un colegio cuya entrada se hallaba plena de arboledas. En el aula saboreaba historias, anécdotas, números, aritmética y sobre todo poemas que nos hacían aprender de memoria y yo recitaba antes de ir a dormir. No he olvidado las composiciones de Miguel Hernández que me provocaban lágrimas; las delicadas frases que Juan Ramón Jiménez dedicaba a un tierno burrito. Los textos de Antonio Machado hablando sobre los brotes en un olmo. Hasta intenté seleccionar un lucero con el que hacerme un prendedor, con un verso, una perla, una pluma y una flor, como proponía Rubén Darío. Pero la fuerza era de Espronceda. Una tarde observé que uno de los textos llevaba un gráfico donde destacaba un tintero, y constaté que me estaba relatando aventuras de un velero bergantín. El impacto me hizo, entonces, conocer los enigmas de Neptuno, llevándome suavemente a través del ritmo de los versos, y el enlace delicado entre palabras, hacia estudios de Biología marina. A veces pienso que quizás ahí radica el nexo extraño que me ha vinculado por devoción, que no obligación, a las Ciencias y a las Letras. Sí, un exquisito tintero, reservorio de la materia que permite desarrollar una parte de lo que queremos contar. Aquel objeto me indicó que Ciencias y Letras –unidas- tienen el poder del saber y que aún me queda mucho, mucho, por aprender...
viernes, 14 de mayo de 2010
Reivindicando a Venus
Reconozco que lloré el día que lo tuve delante por primera vez. Llevaba años esperando el momento, pero no pensé que reaccionaría de la manera que lo hice. Durante mucho tiempo leí sobre él, lo estudié de modo particular, quería tenerlo cerca. Todo lo que se publicaba, lo devoraba como una fiera hambrienta después de varios días de ayuno. Nuestro encuentro tuvo lugar la primera vez que visité Londres, cuando la ciudad del Támesis se mostraba como un cóctel multicolor, pero adusto, de frío, lluvia, verde, comercios, realeza, librerías y museos. Sabía que estaba ahí, ese era el lugar definitivo para esperarme.
El ambiente elegido: la National Gallery en el centro bullicioso de un Londres de parques recoletos, verjas que custodian jardines humectantes, recargados de fresias, narcisos, hiedras y musgos; librerías de paredes terracotas, atestadas de libros y siglos; mansiones solariegas, elegantes, angostas e impolutas o rincones que evocan a Dickens, lúgubres y oscuros, alusivos a épocas de penumbra, relatos, misterios, asesinatos, carruajes, tabernas, caballeros y damas victorianas.
El día previsto para la cita, lo busqué desesperadamente por pasillos y galerías, como preparando algo en lo que uno ansía obtener lo que finalmente halla. Al irme acercando, mis piernas temblaban y mi interés era tan creciente que noté que mis ojos estaban húmedos por la emoción. Cuando lo tuve delante no podía creerlo, tantos años aguardando. No, no me defraudó. Sin ser demasiado grande, destacaba del resto de sus compañeros por un aire especial que hacía de él la obra maestra que me había atraído desde siempre, desde niña: la Venus del espejo, pintada por Velázquez y que la National Gallery adquirió en 1906, quizás no la más conocida, pero para mí la gran olvidada del genio de la pintura y una de las mejores. Al enterarme que lo había realizado, casi rebeldemente, en un contexto y tiempo en que los desnudos se consideraban impúdicos –fue uno de los primeros de la época- me deslumbró, y cuando confirmé que hablaba del amor y la belleza… me cautivó. Al verlo, saqué mis propias conclusiones, pero no fueron objetivas, preferí deleitarme con lo que decían los entendidos sobre el mismo y aún así no acabé de absorberlo todo, tal era mi arrobo cuando lo contemplaba. Lo miré fijamente y reflexioné con detenimiento: el amor atraído ¿sólo por la belleza? el rojo de los cortinajes ¿la pasión destacando en el cuadro? el querubín deleitándose en la mujer, el rostro borroso para ocultar un misterio ¿un secreto? la sensualidad insinuada, el recato manifiesto ¿la fealdad de alguien de alma bella? ¿un rostro hermoso escondiendo una mente perversa y ladina? tantas, tantas sensaciones se perciben.
Antes de decirle adiós por un tiempo que yo, en ese instante, ignoraba, me acordé del intento de aniquilarloque tuvo lugar en 1914, cuando la sufragista Mary Richardson le asestó siete puñaladas de forma convulsa. Mujer luchadora y valiente, Mary cometió un gravísimo error, ya que intentó destruir una obra para defender una causa. Restaurada, la Venus del espejo reposó, ya tranquila, a la espera de lanzar el mensaje que cada uno descubre… a su manera. Recordando mi último encuentro con ella -cada vez que puedo la visito- no dejo de pensar que es un símbolo que nos advierte de lo fugaz de la belleza, que no está sólo en el cuerpo, sino especialmente en el alma, donde hay que buscarla, cada vez y en cada uno. Quizás ese detalle pasó desapercibido a la buena de Mary -su atacante- que no se percató de ello, por hallarse obcecada y enfadada; no sopesó las consecuencias de su daño, obvió que… hiriendo la hermosura de la mujer del cuadro -que ella consideraba en aquellas circunstancias, ofensiva- se lesionaba a sí misma, porque en el fondo todos podemos ser Venus, al menos en el corazón.¿No les parece señores?
El ambiente elegido: la National Gallery en el centro bullicioso de un Londres de parques recoletos, verjas que custodian jardines humectantes, recargados de fresias, narcisos, hiedras y musgos; librerías de paredes terracotas, atestadas de libros y siglos; mansiones solariegas, elegantes, angostas e impolutas o rincones que evocan a Dickens, lúgubres y oscuros, alusivos a épocas de penumbra, relatos, misterios, asesinatos, carruajes, tabernas, caballeros y damas victorianas.
El día previsto para la cita, lo busqué desesperadamente por pasillos y galerías, como preparando algo en lo que uno ansía obtener lo que finalmente halla. Al irme acercando, mis piernas temblaban y mi interés era tan creciente que noté que mis ojos estaban húmedos por la emoción. Cuando lo tuve delante no podía creerlo, tantos años aguardando. No, no me defraudó. Sin ser demasiado grande, destacaba del resto de sus compañeros por un aire especial que hacía de él la obra maestra que me había atraído desde siempre, desde niña: la Venus del espejo, pintada por Velázquez y que la National Gallery adquirió en 1906, quizás no la más conocida, pero para mí la gran olvidada del genio de la pintura y una de las mejores. Al enterarme que lo había realizado, casi rebeldemente, en un contexto y tiempo en que los desnudos se consideraban impúdicos –fue uno de los primeros de la época- me deslumbró, y cuando confirmé que hablaba del amor y la belleza… me cautivó. Al verlo, saqué mis propias conclusiones, pero no fueron objetivas, preferí deleitarme con lo que decían los entendidos sobre el mismo y aún así no acabé de absorberlo todo, tal era mi arrobo cuando lo contemplaba. Lo miré fijamente y reflexioné con detenimiento: el amor atraído ¿sólo por la belleza? el rojo de los cortinajes ¿la pasión destacando en el cuadro? el querubín deleitándose en la mujer, el rostro borroso para ocultar un misterio ¿un secreto? la sensualidad insinuada, el recato manifiesto ¿la fealdad de alguien de alma bella? ¿un rostro hermoso escondiendo una mente perversa y ladina? tantas, tantas sensaciones se perciben.
Antes de decirle adiós por un tiempo que yo, en ese instante, ignoraba, me acordé del intento de aniquilarloque tuvo lugar en 1914, cuando la sufragista Mary Richardson le asestó siete puñaladas de forma convulsa. Mujer luchadora y valiente, Mary cometió un gravísimo error, ya que intentó destruir una obra para defender una causa. Restaurada, la Venus del espejo reposó, ya tranquila, a la espera de lanzar el mensaje que cada uno descubre… a su manera. Recordando mi último encuentro con ella -cada vez que puedo la visito- no dejo de pensar que es un símbolo que nos advierte de lo fugaz de la belleza, que no está sólo en el cuerpo, sino especialmente en el alma, donde hay que buscarla, cada vez y en cada uno. Quizás ese detalle pasó desapercibido a la buena de Mary -su atacante- que no se percató de ello, por hallarse obcecada y enfadada; no sopesó las consecuencias de su daño, obvió que… hiriendo la hermosura de la mujer del cuadro -que ella consideraba en aquellas circunstancias, ofensiva- se lesionaba a sí misma, porque en el fondo todos podemos ser Venus, al menos en el corazón.¿No les parece señores?
jueves, 11 de marzo de 2010
Ellas no bailan solas
El pasado lunes fue el Día de la mujer... Con efecto retroactivo, deseo muchas felicidades a todas las que luchan por una ilusión, a las que acosa la sinrazón, a las que han partido el corazón, las que no tienen, las que sostienen; las que sufriendo y complaciendo, están sonriendo. Las que suspiran, las que se olvidan; las que llorando y suplicando, siguen soñando. A las malvadas, a las perversas, a las más santas, a las honestas, las que nunca han gozado, las que siempre han amado. A las más justas y a las ingratas; a las que aprecias y no desprecias,... las que te ayudan, no se lamentan y están contentas: El mundo es nuestro y yo presiento, hasta... lo siento.
viernes, 22 de enero de 2010
Sin palabras
Hoy no tengo palabras, no tengo frases, no se me ocurre nada para incluir en este blog donde deposito, de vez en cuando, algunos de mis pensamientos y de mis opiniones, humildemente ¡claro! sin querer dar lecciones. Es curioso, sí, es curioso, pero no siempre una está en disposición de narrar historias, relatar cuentos, plasmar anécdotas, inventar situaciones, rimar estrofas, de... hacer bailar la prosa o contarles ciertas cosas... Depende de los días, depende de los datos, de ganas, de armonía, de algunas sintonías. Es viernes, no muy tarde y no consigo centrarme... Me extraño, me preocupo, lo intento y hasta me ocupo de enlazar ciertas frases, en tiempos, incluso en varias fases. No, no se me ocurre nada, lo dejo de mala gana. Recurro a lo de siempre, a lo que tengo a mano, lo que está siempre a mi lado...un manual, una cita, así quizás me salve de esta cuita. Tranquila y relajada, copio una señalada. Me gusta, me deleito...¡qué paz siento por dentro! Ha sido en un intento y casi en el momento. La leo, la destaco y la contemplo un rato, me gusta, la transcribo, al fin hasta me río. Feliz fin de semana, los dejo hasta mañana...quizás tenga más ganas.
El que no vive pendiente de lo que han dicho los demás, de lo que ha hecho o pensado, sino que se preocupa de ser justo y virtuoso, vivirá en paz (Marco Aurelio, siglo II)
lunes, 28 de diciembre de 2009
Inocentes y santos
Hoy es el día de los Santos Inocentes, y lo que hace la gente en vez de recordar -para no repetirla-a todos aquellos que son o han sido víctimas de alguna barbarie cruel, es cometer una de pequeño tamaño, de las llamadas "ligeras", sin maldad dicen, de esas que llaman ...bromas. A mí no me gustan demasiado las bromas, creo además que los que las gastan tenían que haber elegido otro día y no precisamente éste para llevarlas a cabo de forma masiva y compulsiva. La inocencia es algo muy serio, pero delicado, sutil y mágico que caracteriza a algunas personas y no todas son precisamente niños pequeños o jóvenes imberbes, no, hay también inocentes con muchos años a sus espaldas. Lo que ocurre es que la gente no cree que existan ya inocentes, piensan que en este mundo plagado de tanta ambición, perversión, maldades, corrupciones, envidias y mentiras, sólo los niños -y ojo, no todos- pueden ser almas inocentes. Pues no, yo les aseguro señores que he conocido y conozco algunos "inocentes" deliciosos/as, que han pasado los cuarenta. Son personas sin nombre, que sueñan cada día que les suceda algo especial en un mañana que "otros" consiguen -hoy- de forma inmediata; que anhelan sólo una porción de felicidad,aquella la que proporcionan los ínfimos instantes en que están con los seres que aman y que otros exclaman impúdicamente gozar de manera permanente; que se emocionan con las noticias trágicas de los informativos, que se enternecen con reportajes sobre Naturaleza que emiten en Televisión, que entregan anónimamente -en silencio- ayuda a los necesitados, que prestan lo que a veces no tienen y el deudor luego olvida e ignora la entrega; que sonríen al que les ha ofendido, que admiran -sin envidia- lo que otros exhiben arrogantes; que esperan lo que otros obtienen al instante; que suspiran por lo que otros han conseguido sin buscarlo....Son los inocentes de siempre, los que no gastan bromas, se las gastan a ellos; y que en vez de inocentes los llaman "tontos", porque ya ni siquiera está de moda, estaría fuera de lugar, mal visto... el uso de la palabra "santos".
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